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15 abril 2006

Aforismos


Aforismos insolentes



El hombre no es una animal bípedo, afirma a el pesimista misógino, sino que es solo un animal, a secas.

Dicen que el amor es eterno para los amantes, duda el cínico; pero no hay ninguno que viva tanto tiempo para que pueda comprobarlo.

Cada ser humano se siente único y especial; pero siempre se irrita cada vez que le llaman “raro”.

La mujer hermosa se queja de que todos la alaben sólo por su belleza; pero no soporta a quien pone en duda o ignora su atractivo.

El hombre y la mujer se atraen por sentirse distintos; se enamoran por descubrir coincidencias y se acaban odiando cuando comprenden que son iguales.

No existe mayor desgracia que creer que los otros son más felices.

El hombre es superior a la mujer, afirma el machista; pero la mujer lleva miles de años esperando que se lo demuestre.

Cuando se envía una postal desde un lugar exótico, no se hace por nostalgia de quien la recibe, sino para que compruebe el destinatario que el remitente “si está allí”.

Muchas veces, dos que se odian se unen contra un tercero al que consideran más fuerte, inteligente o superior.

La mordacidad ajena nunca tiene límites para ridiculizar o criticar los propios defectos cuando se ven reflejados en los demás.

El perdedor siempre es culpable de su derrota, a vista de otros; pero el ganador nunca es merecedor de su victoria, según opinión de los perdedores.


El hombre y el mono parecen proceder de un tronco común; la única diferencia visible, a juicio de los pesimistas, es que los monos aún siguen prefiriendo vivir en las ramas.

Ana Alejandre

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