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20 abril 2006

Breviario - La extraña oquedad

La extraña oquedad


Nunca supo que era el amor, ni sintió piedad por nada ni por nadie. Nada le alegraba, emocionaba o deprimía. Los otros eran solo una referencia molesta con quienes tenían que convivir, trabajar o soportar en los lugares públicos; pero llevaba unos días preocupado, por primera vez en su vida, por algo que no comprendía ni de lo que encontraba su causa. Era una sensación de liviandad que le aumentaba cada día como si hubiera perdido bastante peso, aunque sabía que no era cierto; pero se sentía cada vez más ligero y más hueco. Sí, era eso lo que podría definir su estado actual: sentía que dentro de sí mismo faltaba algo que antes estuviera allí, pero no había sufrido ninguna intervención quirúrgica, ni siquiera una simple extracción dental. Entonces, ¿qué era lo que echaba en falta? De todas formas, tenía que reconocer que el proceso había sido paulatino, constante y graduable en intensidad hasta llegar al punto en el que se encontraba y en el que ese extraño cambio parecía haber culminado su tarea y de ello le devenía esa sensación de oquedad interna.

Fue una mañana, al levantarse de la cama cuando vio a su propia imagen duplicada en el espejo y ,atónito, vio como su doble etéreo, de un salto, se separó definitivamente de su cuerpo mientras oía un desagradable ruido como el que hace un tejido al desgarrarse.

Supo entonces, con toda lucidez, que su alma se había desgajado para siempre y, al verla salir por la puerta, sin volverse atrás para mirarlo, comprendió que la había perdido definitivamente.


Ana alejandre


Odio las almas estrechas, sin bálsamo ni veneno; hechas sin nada malo ni bueno.

Friedrich Nietzsche (1844-1900) filósofo alemán
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