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15 mayo 2006

Cuestión de Opiniones


¿En España se lee?

Parece ser que el 42,9% de los españoles no leen nunca o casi nunca, según los resultados del Barómetro de Hábitos de Lecturas y Compra de Libros que, por encargo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) ha elaborado Precisa Research para el año 2005 (este porcentaje se desglosa en dos apartados: los que no leen nunca es un 27,9% y sumados a los que dicen no leer casi nunca que es un 15%, lo que da ese 42,9%))

Por otra parte, agrupando los lectores en dos categorías, frecuentes (los que leen al menos una vez a la semana) y ocasionales (los que leen alguna vez al mes o al trimestre) resulta que los primeros representaron un 41,1% del total y los segundos un 16,0%, pudiendo considerar a los que leen casi nunca o nunca, el 42,9% como no lectores.

Se observa que hay un crecimiento leve en la tendencia a leer, en cuanto a tanto por ciento de lectores frecuentes que en 2005 fue del 41,1% ya mencionado; en el 2004 fue de un 39,6% y en 2003 de 37,3%.. Igualmente sucede con las cifras de los lectores ocasionales y los no lectores; pero cuyo aumento en ambos casos es inferior a 0,50%.

También se indica que el sector de población que más lee está comprendido entre los 14-24 años, con un 53,6%, y el sector por edad que menos lee es el comprendido a partir de los 65 años que es de un solo 22,1%.

Naturalmente el informe está realizado con toda la rigurosidad que permiten los métodos estadísticos que alcanzan una altísima fiabilidad en los resultados. Sin embargo, las estadísticas se realizan con las respuestas de los encuestados y lo que se responde a todo tipo de encuestas no siempre se ajusta a la verdad.

Por ejemplo, hay que destacar que la población que dice leer más es la comprendida entre los 14-24 años con un 53,6% y esa cifra baja a un 44,3% en el sector de los 25-34 años y así progresivamente.

Estas cifras se contradicen con la realidad observada por innumerables profesores de la enseñanza secundaria y universitaria que ven el poco o nulo interés por la lectura que demuestran sus alumnos. Tampoco concuerdan estas cifras con lo que la realidad muestra a lo largo de la historia desde que se inventó la imprenta: que el hábito lector, cuando se crea en una persona, va aumentando con el tiempo o, por lo menos, se mantiene igual, pero nunca disminuye. Entonces, habría que preguntarse ¿qué les sucede a los lectores habituales menores de 24 años cuando cumplen 25 o más que parecen perder la afición por la lectura? ¿O es que en ese confesado hábito a la lectura está incluida la lectura de los comics, que tiene más de entretenimiento visual que de lectura propiamente dicha y que, a partir de cierta edad, tiende a disminuir?

De todas formas, en España uno de los tres países de Europa en los que más libros se editan, se lee poco, muy poco. La cultura audiovisual parece gozar de la predilección por parte de un gran sector de la población de todas las edades. Eso lo saben muy bien las empresas de las telecomunicaciones que dan cada vez mayor prioridad a las producciones audiovisuales en las que el espectador sólo mira y, si interactúa como es el caso de los videojuegos, internet y sus muchas aplicaciones, etc., no tiene que leer demasiado porque todo se le da hecho al usuario que suple la lectura con el manejo de los mandos.

Siempre es esperanzador que las cifras sobre la lectura parezcan aumentar, lenta pero progresivamente, aunque no significa que las respuestas sean fidedignas con la realidad.

Un país que no lee, es un país pobre aunque tenga una riqueza per cápita muy elevada, ya que el mayor crecimiento se produce siempre por el nivel cultural, que es el motor que mueve a los pueblos a experimentar nuevas actividades y eso conlleva un mayor gasto en investigaciones. La mayor riqueza es aquella que crea, fomenta y sostiene el ansia de conocimiento, de saber, de todos y cada uno de los ciudadanos, porque ésa es su mayor garantía y defensa contra los abusos de poder de quienes lo ostentan.

Las Administraciones estatal, autonómica y municipal, han creado infinidad de bibliotecas y salas de lecturas donde, quien está interesado por la lectura, puede hacerlo sin tener que costear el alto precio de los libros. Habrá que esperar a que esa facilidad de acceso a la lectura se vea correspondida con una mayor participación ciudadana en una actividad que es matriz de todas las demás, porque en los libros está el mundo y sólo quien lo comprende así puede llegar a conocer sus maravillas y llegar a conocerse a sí mismo, ese universo inexplorado para cada ser humano.


Ana Alejandre


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