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30 septiembre 2014

Julio Cortázar, en el I Centenario de su nacimiento

Julio Cortázar
Ana Alejandre


            El 26 de agosto pasado se conmemoró el primer centenario del nacimiento de Julio Cortázar, nacido en Bruselas, y el 12 de febrero pasado el treinta aniversario de su muerte acaecida en París, ciudad donde residió la mayor parte de su vida.
            Cortázar, escritor, profesor y guionista, uno de los más famosos escritores hispanos y figura indiscutible y señera del boom de la literatura latinoamericana, movimiento de escritores que consiguieron con sus diversas conferencias y encuentros literarios, tanto en Europa como en Estados Unidos, abrirse paso en las editoriales y periódicos europeos, dando así a conocer sus obras mundialmente, pero sin perder sus propias raíces culturales y abriéndose a nuevos temas y estilos.
             Hijo de padres argentinos, fue el destino de su padre en la Embajada argentina en Bélgica el que determinó su lugar de nacimiento en un convulso año en el que se inicia la Primera Guerra Mundial. En dicho permanecería la familia hasta 1918, año en el que regresan a Buenos Aires, ciudad emblemática en el que transcurre  gran parte de la obra cortazariana.
            Su adscripción al Surrealismo a través del estudio de autores franceses, le lleva a escribir obras de narrativa en las que se advierte, además de la profundidad en el tratamiento de la psicología de los personajes y el análisis de las emociones y sentimientos, la gran formación intelectual de la que hace gala. Se siente fuertemente influenciado por Jorge Luís Borges, su compatriota y escritor de culto.
            Comienza en 1935 la carrera de Filosofía y Letras y da clases, aunándolo con las primeras críticas literarias que publica y sus primeros sonetos con el título de Presencia (1938), publicados con el pseudónimo de Julio Denis. Fue profesor de Lengua y Literatura francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y después en la Universidad de Cuyo, aunque tuvo que abandonar dicha actividad docente por problemas políticos y, a partir de entonces, empieza a publicar sus artículos y relatos en revistas literarias. Después de conseguir el título de  traductor oficial de francés e inglés, marcha a París, en 1951, y comienza a trabajar en la UNESCO como traductor.
            Obras de esos años son Los reyes (1949), poema en prosa  inspirado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto  vuelve a surgir en Los premios (1960), Gran parte de su obra está influenciada por el surrealismo del que fue siempre un gran entusiasta, como se dice anteriormente, y en ella retrata al mundo como un lugar laberíntico del que el ser humano debe intentar escapar a toda costa.
            Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951), Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, “El perseguidor",  es  un referente obligado de toda  su obra; Todos los fuegos el fuego (1966); Octaedro (1974). La fama sólo le llegó con u obra maestra Rayuela (1963) que es un giro de tuerca al género novelístico y que marca un hito en la novela del siglo XX.
            Otras obras de difícil clasificación, pues están entre  el relato y el ensayo, son Historias de cronopios y de famas (1962), formadas por narraciones breves que afirman la necesidad ineludible de "ablandar un poco el ladrillo todos los días”, que es igual que decir que hay que huir y romper la dura inflexibilidad de los lugares comunes, y dejar paso a la imaginación y la fantasía que las convenciones sociales rechazan de plano e impiden conseguir, Así también, La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969), títulos que están escritos como libros de misceláneas, formados por un contenido variopinto: poemas, cuentos, citas literarias, recortes periodísticos, textos anónimos o pintadas recogidas de la calle. A todo ello, se suman los poemarios Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985).
            Otros títulos son y Queremos tanto a Glenda (1980) o Un tal Lucas(1979) y Los autonautas de la cosmopista (1983)  este último de su miscelánea. Ésta obra fue escrita en colaboración con su tercera y última esposa, Carol Dunlop
            Cortázar brilla con luz propia a través de su obra con la que creó una escuela porque realizó sorprendentes propuestas tanto en la técnica narrativa como en el lenguaje, aprovechando el lenguaje coloquial, así como su creación constante de atmósferas sugerentes, inquietantes y fantásticas, en un paralelismo muy acusado con Jorge Luis Borges.
            Con Cortázar el cuento viene a recobrar el ritmo de la oralidad y, con ello, regresa al origen del cuento, ya que si son leídos en voz alta adquieren otro significado más pleno y sugerente. Es tal la maestría de Cortázar que consigue en sus cuentos que el lector quede atrapado en ellos, a pesar de las digresiones, de la atmósfera fantástica alejada de la realidad,  así como del tono insólito de dichas narraciones, del humor que subyace en ellas y del siempre presente misterio que les confiere una fuerte e ineludible atracción, por lo que el lector convierte en su imaginario la inverosimilitud de lo narrado en algo creíble y verosímil. Todo ello gracias a la magia narrativa de este maestro del cuento y la novela.
            Cortázar también escribió ensayos breves, como Algunos aspectos del cuento -siguiendo así la tradición iniciada por Edgard Allan Poe-, en el que matiza las diferencias existentes entre la novela, a la que concibe como la narración de varios sucesos continuados, y el cuento que es un único acontecimiento sobre el que gira los actos del personaje y los restantes elementos que configuran la narración, como son la metáfora -toda narración es una historia que sirve de metáfora para expresar la idea que quiere transmitir el autor-, el símbolo o las alusiones a ciertas situaciones, objetos o personas que van sirviendo para crear pistas falsas, insinuaciones ambiguas -que son las que crean el suspense o tensión de la narración-, pero sin descubrir nunca el fin o desenlace que tiene que ser siempre sorpresivo.
            De ahí la famosa frase de Cortázar cuando afirma, utilizando el lenguaje boxeístico, que "la novela gana por puntos y el cuento gana por K.O.".  Por ello, insiste en la necesidad de la condensación en el cuento y afirma que no existen temas importantes ni insignificantes, sino que todo tema puede ser objeto de un cuento según el tratamiento literario apropiado que se le dé, para lo que pone de ejemplo al gran maestro ruso del cuento Chéjov.
            Otro de sus recursos estilísticos, además de mezclar constantemente realidad y ficción, es la llamada  mise-en-abîme,  que viene a ser como cuentos anidados, es decír, un cuento que contiene otro más, recurso que fue muy utilizado por Cortázar con su indudable maestría.
            Viajero impenitente, visita Cuba en los años sesenta, estancia  que le marcó profundamente,. A partir de entonces, apoya a líderes políticos como Fidel Castro, Salvador Allende o Carlos Fonseca Amador. También, forma parte del Tribunal Internacional Russell II, en Roma,  que juzgaba las violaciones de derechos humanos en Hispanoamérica. Fruto de esa experiencia fue el libro Dossier Chile: el libro negro. En  Libro de Manuel (1973),  queda patente su compromiso político.
            En 1984 le es concedido el Premio Konex de Honor en Argentina,
            Poco antes de morir, publica su libro de poemas Salvo el crepúsculo (1984). Su ensayo Imagen de John Keats se publica póstumamente en 1996 y, en 2009, Papeles inesperados, obra de miscelánea que encontró su primera esposa, Aurora Bernárdez.
        El 12 de febrero de 1984, falleció en Paris,
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Véase:
Alazraki, Jaime. Hacia Cortázar. Barcelona: Anthropos, 1994.
Puleo, Alicia. Cómo leer a Julio Cortázar. Barcelona: Júcar, 1990.
García Canclini, Néstor. Cortázar, una antropología poética. Buenos Aires: Nova, 1968
González Bermejo, Ernesto. Conversaciones con Julio Cortázar. Barcelona: Edhasa, 1978.
Scholz, Laszlo. El arte poética de Julio Cortázar. Buenos Aires: Castañeda, 1977.