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05 mayo 2006

Al filo de los días - El umbral del tiempo





El umbral del tiempo

Se asoman silenciosas la horas al umbral de un tiempo que parece detenido en la rutina de los días. No existen referentes posibles en este piélago al que los seres humanos llamamos vida cotidiana o, peor aún, rutina.

Hace unos días, pocos, acaba de finalizar un puente, el de Semana Santa, en el que la escapada en busca de alicientes equívocos llevó a millones de personas a desplazarse a un lugar diferente en esa huída continua que nos lleva a todos a buscar siempre en otro lugar a aquel que no somos, pero que querríamos ser y en el que creemos que están depositadas todas las esperanzas incumplidas.

Ahora, de regreso del llamado puente de mayo, otro paréntesis más abierto entre la insatisfacción y el deseo, la vida parece tomar el mismo rumbo de siempre en el que se repiten los gestos cotidianos, los quehaceres y la costumbre, silenciosa, se queda agazapada entre los pliegues de lo que algunos llamaron “angustia existencial”. Muchos se preguntan, recién llegados del otro paréntesis en forma de escapada, cuánto falta para el siguiente punto de inflexión en forma de puente, o vacaciones, en el que olvidarse, de nuevo, de sí mismos, de esa identidad que, por manida, les parece ya demasiado pesada para seguir soportándola durante muchos meses más.

Sin embargo, el tiempo sigue avanzando en un ritmo demasiado lento para las expectativas de quienes creen que la vida siempre está en todas partes aguardándolos, menos en aquella en la que habitan. Y ese mismo tiempo que ayuda a huir de vidas no vividas nada más que en función de carretera y de emigración provisional es el que, al regreso, encuentran, implacable, como recordatorio fatal de unas vidas que se les va, precisamente porque se quedan parados, atrapados en la misma cotidianidad donde naufragan sus esperanzas, sus anhelos y esos sueños fallidos del que hacen albacea al tiempo, en una invocación, continuamente malograda, para su siempre esperado cumplimiento.
Ana Alejandre
© Copyright 2006. todos los derechos reservados.

Anecdotario - Ramón Gómez de la Serna y el cocodrilo


Se dice que el escritor español Ramón Gómez de la Serna /1888-1963) en un viaje que hizo a Africa se interesó por un collar hecho con dientes de cocodrilo y preguntó el precio.

El indígena que se lo ofrecíó le dijo que valía quinientas libras.

-¡Pero que dice, quinientas libras! ¡Pero si con ese dinero tengo para comprar un collar de perlas!

-Puede ser, pero deberá usted reconocer que es más fácil extraer las perlas a una ostra que los dientes a un cocodrilo --le respondió el indígena con toda seguridad y calma.




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03 mayo 2006



Nuevo sitio web


Entre líneas, de Ana Alejandre

htttp://www.anaalejandre.com

01 mayo 2006

Recursos de Escritores



Cada escritor tiene su propio y peculiar método para escribir una historia, sea cuento, novela, ensayo, etc. Pero en cuanto a la forma de escribir un cuento, por ser el género más breve en narrativa, tiene sus propias teorías el escritor vasco Bernardo Atxaga y que, de forma humorística, dedica a los principiantes que son poco dados a la paciencia y a las correcciones para conseguir su meta de escribir un relato. Lo he seleccionado por estar en consonancia con el título de estas páginas:


Cómo escribir un cuento a vuelapluma.



"Una vez relajados, con los folios numerados y la pluma esti­lográfica en la mano, observamos con atención.
¿Qué se ve desde la ventana? ( ...) ¿Algún parque? ¿Se ve algún parque?' ¿Se ve quizá una ría que, viniendo del mar, acaba adentrándose en la parte baja de una ciudad? Imaginemos que eso es lo que vemos (...) De todas formas vamos a mantenernos en posición contemplativa durante un buen rato (...) En ese momento hay que aprovechar la con­centración, identificarse con la pluma y ponerse a volar con ella ( ...)
Hay cosas que se mueven o parecen moverse. Y el que más se mueve de todos es un anciano que brinca una y otra vez y parece bailar una jota. Reflexionemos un poco, concentré­monos un poco más: ¿qué hace en realidad ese anciano? ¿Intenta entretener al nieto que, posiblemente, se ha puesto a llorar en su cochecito?
De acuerdo, no es fácil (...) Dos o tres fracasos -no nos deben preocupar, la gloria de la literatura a vuelapluma corres­ponde a los fuertes, a los incansables, a los voluntariosos (...) Hay gente que lo ha conseguido en el decimoséptimo intento."





(El texto entrecomillado ha sido publicado en la obra Taller de Escritura, Vol. Secretos y Recursos de la Creatividad, Editorial Salvat)
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